En mis años trabajando en tecnología, he notado una tendencia preocupante en muchas organizaciones: la creencia de que la ciberseguridad empresarial termina una vez que el sistema está instalado. Nada más lejos de la realidad.
Vivimos rodeados de dispositivos inteligentes que prometen hacernos la vida más fácil. Cámaras, sensores, servidores y aplicaciones trabajan 24/7 para mantenernos conectados. Sin embargo, esa comodidad ha generado una peligrosa ilusión: la idea de que podemos “instalar y olvidar”.
He visto empresas invertir miles de dólares en infraestructura y luego descuidar lo más importante: el mantenimiento. La seguridad digital no es una compra ni una configuración inicial, es una tarea constante. Cada dispositivo conectado es una puerta abierta, y alguien, en algún lugar, está buscando cómo entrar.
La ciberseguridad no es algo que se instala, es algo que se cultiva día a día.
En muchas ocasiones, ese descuido no proviene de la falta de recursos, sino de una percepción equivocada: ‘Si funciona, no lo toques’. Pero ese principio, válido quizás en mecánica tradicional, es peligroso en el entorno digital.
El mantenimiento como cultura empresarial
Actualizar el software, eliminar cuentas inactivas o cerrar protocolos innecesarios no son tareas administrativas: son actos de protección activa. Son la diferencia entre un sistema robusto y uno vulnerable. La prevención es siempre más barata —y menos dolorosa— que la recuperación después de un ataque.
En mi experiencia, cuando una organización asume la ciberseguridad como parte de su cultura corporativa, los resultados son evidentes. Los equipos duran más, la operación es más estable y la confianza del cliente se fortalece.
El verdadero riesgo: no actualizar
He escuchado muchas veces el temor de que una actualización pueda detener la operación. Pero lo cierto es que mantener sistemas obsoletos representa un riesgo mucho mayor. La tecnología envejece más rápido de lo que creemos, y con ella, también lo hacen las vulnerabilidades.
El costo de detener un ataque siempre será menor que el costo de sufrirlo.
Por eso, hablar de gestión tecnológica no es un tema técnico: es una decisión estratégica. Significa invertir en continuidad, en reputación y en cumplimiento normativo. Las empresas que lo entienden no sólo están más protegidas, también son más competitivas.
La verdadera ciberseguridad empresarial comienza justo cuando el dispositivo se enciende por primera vez. Desde ese momento, la vigilancia debe ser constante. Las amenazas evolucionan a diario, y solo una gestión activa puede anticiparse a ellas.
La responsabilidad digital ya no es opcional. En un entorno donde la tecnología avanza a la velocidad de un clic, la seguridad debe hacerlo aún más rápido. Cuidar la infraestructura no es un lujo: es una forma de proteger el negocio, la confianza y el futuro.
Si algo he aprendido en Axis Communications es que la seguridad proactiva no solo evita problemas, también construye relaciones sólidas con los clientes. Porque en este mundo interconectado, la confianza sigue siendo el mejor firewall.
Por Luis Mariano Vega, Gerente de Ventas del Área Sur de Latinoamérica de Axis Communications









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